Chopos Cabeceros

En su origen las riberas de la cordillera Ibérica estarían pobladas por bosques caducifolios mixtos en los que destacaría el álamo o chopo negro (Populus nigra), el álamo blanco (P. alba), el fresno (Fraxinus angustifolia), el olmo (Ulmus minor) y diversas sargas (Salix atrocinerea, S. alba y S. eleagnos). Durante siglos el ser humano ha transformado estos ecosistemas en tierras de labor. Al ser espacios susceptibles de inundarse, las propias orillas de los ríos eran orientadas hacia la producción de madera y de pasto mediante una gestión activa de la cubierta vegetal. El fuego, el hacha y el ganado conducían hacia formaciones abiertas, mientras se seleccionaban o plantaban ciertas especies de árboles a los que se aplicaban cuidados. Este es el caso del chopo negro.

En el sur de Aragón, chopo cabecero es el nombre popular que recibe el chopo negro tras ser sometido a una escamonda periódica para obtener madera, combustible y forraje. Por el tipo de poda que se le aplica suele engordar la parte superior del tronco, de aquí su nombre de «cabecero».

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Aunque el chopo negro tiene una amplia distribución en Europa, en su forma de trasmocho no es nada habitual. Así, conocemos la presencia de formaciones forestales de relieve tan solo en Inglaterra, Hungría, Turquía y España, aunque pueden encontrarse en pequeños grupos en otros países. Antaño debió ser común en amplios territorios de la mitad norte de la península Ibérica donde han quedado discretas arboledas en las riberas de Castilla y León. Pero es en los ríos de la cordillera Ibérica aragonesa donde pueden encontrarse las choperas de cabeceros más extensas, continuas y mejor conservadas.

Su tronco es derecho y grueso. En su extremo superior se ensancha y ramifica por el desmoche repetido: es la cabeza. Cada corte se hace sobre los anteriores por lo que, con el tiempo, crece en grosor y altura, resultado de la continua creación de labios de cicatrización y de la compartimentalización. Esta parte del árbol soporta el gran peso del ramaje y una importante tensión en episodios de fuertes vientos.

Las ramas, conocidas como vigas, nacen a una misma altura sobre la cabeza y alcanzan unas dimensiones similares unas con otras. Al ser una especie muy heliófila, crecen con gran rectitud aunque con cierta divergencia, rasgo que lo distingue de otras variedades. Un chopo cabecero medio que crezca en un espacio abierto tiene un tronco de dos metros de altura, otro corresponde a la cabeza y unos dieciséis a las ramas. La mayor parte de los ejemplares son pies femeninos.

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En amplios territorios de la cordillera Ibérica los chopos cabeceros ya han desaparecido o están a punto de hacerlo. Algunos gestores consideran que estos álamos trasmochos son fruto de unas condiciones sociales y económicas del pasado y que hoy carece de sentido continuar el modelo de gestión que los originó y mantuvo durante siglos.

Por otro lado, cada vez es más patente entre gestores, asociaciones culturales y conservacionistas el valor ecológico, genético, etnológico y paisajístico que atesoran estos añosos árboles, por no hablar de nuevos usos como el energético o el turístico.

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