Cuesta creer que las tierras que ahora vemos tan alejadas del mar, estuvieran sumergidas bajo el agua en un pasado muy lejano. Una de las pruebas más concluyentes es la aparición de fósiles de organismos marinos en materiales continentales. Éste es el caso del yacimiento de Bueña.
Los Megaplanolites se encuentran en un estrato de calizas depositadas durante el Jurásico (Mesozoico), que forman una sucesión con otras rocas (margas, areniscas y otras calizas). Se trata de unas huellas fosilizadas (icnitas) de gran tamaño, dejadas por un crustáceo gigante que se desplazaría reptando por el lecho de un mar de aguas someras y cálidas. Su diámetro es de 20 cm. y su máxima longitud es de 10 metros. La diferencia entre el tamaño construction claims consulting de esta especie y las demás del género Planolites ha hecho crear un nuevo género llamado Megaplanolites. Los estratos en los que se formaron las icnitas, fueron plegados a finales del Cretácico (Mesozoico) hasta adquirir su actual disposición vertical. La erosión posterior los desenterró y los dejó al descubierto.
Por la calidad de los restos hallados se considera único entre los yacimientos europeos de este tipo y de gran importancia dentro del patrimonio geológico español, calificado como Punto de Interés Geológico.
Las especiales características de fosilización y conservación, así como sus grandes dimensiones permiten que los restos se observen de manera excelente. Tiene así un gran atractivo pedagógico y express delivery cultural, por lo que cuenta con un punto de interpretación del paisaje, creado tras los trabajos de Geología Regional realizados por Calvo entre 1984 y 1992. Es por eso que permiten considerarlo como parte del patrimonio geológico de Aragón.