Castillo y Batalla de Cutanda

Año: Desconocido
Autor: Desconocido
Cutanda 44210
978730050

En la primavera de 1120, el rey de Aragón, Alfonso I el Batallador, cuando tuvo noticia de que el ejército almorávide avanzaba por la ruta que de Valencia lleva a Zaragoza, con la intención de recuperarla, inmediatamente abandonó el sitio que tenía puesto a la plaza de Calatayud para salir a su encuentro.

Consciente de la importancia que podría tener el poseer una plaza fuerte situada más al sur y esperar allí a los musulmanes, puso sitio a la fortaleza de Cutanda.

El encuentro tuvo lugar el 17 de Junio en un pequeño valle, hoy totalmente cultivado, que se extiende entre dos cotas o lomas de pequeña altura, en suma, una cañada, este paraje hoy en dia se denomina “Las Celadas”. Se encuentra inmediato al pueblo en su lado oriental, por la salida que va el camino de Nueros, y en su comienzo hay un calvario, que al parecer se halla sobre un monumento funerario conmemorativo del hecho. El lugar es apropiado para la maniobra de dos ejércitos en campo abierto. Probablemente hubo algún ardid del Batallador y por eso el nombre de la Celada.

La derrota islámica fue concluyente y no ofrece lugar a dudas, los propios escritos árabes lo confiesan así, lejos de ocultarlo, como han hecho en otras ocasiones. La magnitud del desastre, se puede calibrar por la famosa frase, que perduró varios siglos, “Peor fue que la de Cutanda” para referirse a un hecho calamitoso.

Se observa un decidido propósito de los autores árabes en atribuir la derrota a su inferioridad numérica, y algunas fuentes hablan de cifras grandiosas, 20.000 muertos entre los musulmanes, 2.000 camellos capturados o 12.000 jinetes cristianos, estas parecen excesivas y probablemente habría que suprimir un cero, o reducirlas a una cuarta parte.

A partir de esta batalla, batidos en retirada los almorávides y sus aliados, El Batallador se apodero rápidamente de todas las fortalezas musulmanas en el frente Jalon-Jiloca.

El castillo de Cutanda fue edificado por los musulmanes en un relieve elevado e individualizado, aprovechando los restos de un antiguo asentamiento de época celtibérica, con un carácter estratégico de primer orden. Debió ser devastado en la famosa batalla de Cutanda (1120).

Al igual que otras muchas fortalezas, se convertirá en un palacio señorial destinado al exclusivo uso de su propietario, el arzobispo de Zaragoza. Para controlar asuntos administrativos sobre todo impuestos, y ciertos aspectos religiosos, de forma que los delegados arzobispales, solían alojarse en el castillo, y desde allí, llamaban en audiencia a las personas interesadas. Pero nunca perdió su carácter de fortaleza.

Durante las guerras contra Castilla volverá a asumir funciones defensivas.

Una vez acabada la Primera Guerra Carlista fue una milicia local la encargada de defender y mantener en perfecto estado el castillo.

Una carta en mayo de 1855 para exponer la falta de armas y municiones será la última noticia que se conserva sobre la fortaleza militar. A partir de este momento perdió su papel estratégico y fue abandonado. El proceso de deterioro de la fortaleza fue imparable. En junio de 1859 se inicia el desmantelamiento para aprovechar sus tejas, pues se estaban realizando reformas en la torre de la iglesia y había necesidad de materiales. A medida que la villa crecía en población, se necesitaba un número creciente de piedras, vigas y tejas para edificar las casas, y estos materiales procedieron en gran medida del castillo medieval, que poco a poco será desmantelado.

En enero de 1869 el Ayuntamiento solicitaba autorización al Gobierno Civil, institución de la que dependía el edificio, “para demoler el castillo a fin de evitar funestos resultados, por hallarse en su mayor parte en estado ruinoso”. En abril se contrata su demolición, por 500 reales de vellón, y los materiales se reparten entre el contratista y los vecinos. El primer piso debió quedar intacto, pero desde entonces han sido muchos los vecinos que subieron al cerro para arrancar los sillares, reutilizándolos en sus casas y corrales, dejándolo prácticamente en los cimientos, tal y como se conserva en la actualidad.

Para tener una visión mas completa de la batalla con todos los datos históricos que han llegado hasta nuestros días podemos ver el articulo publicado por Alberto Cañada Juste en el numero 20 de la revista Xiloca del centro de estudios del Jiloca.

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